Sílvia Fortuny Corbera
Sílvia Fortuny Corbera es educadora y formada en el método Montessori. Actualmente ejerce como guía de taller AMI Montessori, en la Escuela Liberi de Premià de Mar, en Barcelona.
Leer sus artículosHemos tenido la oportunidad de contar con Silvia Fortuny Corbera, guía de taller AMI Montessori, actualmente en la Escuela Liberi de Premià de Mar (Barcelona), para conocer su opinión sobre la inclusión educativa en la sociedad actual, y cómo podrían superarse las barreras existentes. Esto es lo que ha compartido con nosotros.
Probablemente todos hemos oído unas cuantas veces la expresión Educación Inclusiva pero… ¿Sabemos qué significa realmente, o nos hemos planteado qué implica convertir esto en una realidad?
La Fundación Hineni escribió: “La educación inclusiva implica que todos los niños y niñas de una determinada comunidad aprendan juntos independientemente de sus condiciones personales, sociales o culturales, incluidos aquellos que presentan una discapacidad. Se trata de un modelo de escuela en la que no existen ‘requisitos de entrada’ ni mecanismos de selección o discriminación de ningún tipo, para hacer realmente efectivos los derechos a la educación, a la igualdad de oportunidades y a la participación.” —UNICEF, UNESCO, Fundación HINENI, (2001) “Hacia el Desarrollo de Escuelas Inclusivas”.
Sobre el papel, seguramente el 90% de las personas estarán de acuerdo con esta nota de la Fundación Hineni, puesto que a todos nos parece obvio que los niños y niñas deberían poder aprender juntos, sin exclusión alguna, porque la discriminación no nos gusta. Pero lo cierto es que al trasladar esta inclusión al plano real, la cosa cambia, y parece que nos es difícil aceptarla cuando nos toca vivirla en las aulas de nuestros hijos.
Lo cual me lleva a preguntarme: ¿Por qué sucede esto? Tal vez, parte de la respuestas se halle en el actual modelo educativo, que confunde el derecho de que todos los niños aprendan juntos con la idea de que todos, en el aula, deben ser tratados por igual, sin tener en cuenta las diferencias individuales de cada uno.
Y es que si lo pensamos bien …, ¿qué hay más injusto que tratar por igual a todos sin tenerles en cuenta como personas individuales? No me refiero a derechos, puesto que todos sin excepción alguna tenemos los mismos derechos; sino que hablo de no disfrazar las limitaciones existentes
Cuando se trata por igual a todos los niños y no se tiene en cuenta lo que cada uno necesita para poder disfrutar de los mismos derechos, entonces sí se está discriminando y excluyendo al individuo.
Y esto es lo que ocurre en el 90% de las aulas. Y así, se hace imposible dar una educación de calidad para nadie. Todos los niños y niñas tienen derecho a la educación, a la igualdad de oportunidades y a la participación, y esto implica poder hacerlo juntos, sin exclusión alguna por condiciones concretas.
Desde mi experiencia como guía Montessori, creo encontrar en el método Montessori una alternativa real a la inclusión efectiva de niños y niñas en las escuelas.
En primer lugar, si pensamos bien en lo que significa inclusión en el contexto educativo, nos damos cuenta de que incluir significa precisamente reconocer a cada persona con sus capacidades individuales; no disfrazar las limitaciones, y dar a cada niño o niña lo que necesita de forma personalizada. Y esto es precisamente lo que ofrecen las escuelas Montessori.
En las aulas Montessori, llamadas ambientes, encontramos tres elementos esenciales: la guía, el niño, y el propio ambiente.
Cada uno de estos elementos tienen su propio rol:
La guía —no se la llama profesora sino guía porque su función es la de guiar y acompañar— observa al niño atentamente y pone a su alcance aquello por lo que muestra interés; el niño muestra interés en algo y trabaja en ello; y el ambiente ofrece a los niños aquello que pueda despertar su interés. La función de la guía es observar y preparar el ambiente adecuándolo para cada alumno con el propósito de despertar su interés y que éste trabaje.
De este modo, se crea un trabajo personalizado para cada alumno, un entorno en el que todos participan y trabajan juntos pero en el que cada uno, respetando y aceptando sus necesidades, va avanzando a su propio ritmo. En las escuelas Montessori no se limita a las personas a un modo de ser, pensar y actuar “normalizado”, sino que se da plena libertad para que cada uno se ‘auto-construya’ según sus propias necesidades. Se aceptan las limitaciones de cada uno respetando a cada niño y niña en su totalidad, creyendo en ellos, dándole a cada uno lo que necesita, de forma individualizada y eliminando cualquier tipo de barrera.
Montessori creía que el ansia de exploración es el motor del desarrollo del ser humano; veía la exploración como una tendencia importantísima de la persona. Por ello, intuyó que debía darles a los niños la posibilidad de explorar a través de la actividad libre, sosteniendo que desde el principio de la vida, el ser humano tiene en su interior un poder creativo y el niño se construye a sí mismo con esa actividad.
En las primeras etapas del desarrollo, el niño tiene una mente absorbente, por ello es necesario adaptar el ambiente a esa mente. Y esto se consigue a través del uso de material sensorial, (materiales que permiten la experimentación y utilizan las distintas vías sensoriales). Esta experiencia sensorial, durante esta primera etapa del desarrollo, es esencial para el método Montessori, pues es la que más tarde llevará al desarrollo de la abstracción en una etapa posterior. En otras palabras, es necesario adaptar el ambiente con material sensorial, para que el niño pueda experimentar a través de los sentidos aquello que más tarde formará en su mente de forma abstracta.
María Montessori (1870-1952) observó que el niño posee dentro de sí el patrón para su propio desarrollo. El niño se desarrolla plenamente cuando se permite que este patrón interno dirija su propio crecimiento, construyendo así su personalidad y su propio conocimiento del mundo, a partir de ese potencial interior. Advirtió también que todos los niños y niñas, sin excepción, tienen un potencial inherente interior; y todos tienen derecho a construirse. Y esta tarea de construirse ha de llevarse a cabo de forma natural y con felicidad. De ahí que la la doctora Montessori sostuviera que “la alegría del niño debía ser tomada como un indicador de los aciertos del sistema educativo”.
En la actualidad trabajo en una escuela Liberi situada en Premià de Mar, Barcelona, en la que todo su profesional y fabuloso equipo apuesta realmente por una educación inclusiva; y en la que, a pesar de las dificultades del día a día —porque nadie ha dicho que sea fácil— se acepta a todos los niños y niñas por lo que son.
Así, con apoyo del método Montessori, se hace efectivo el derecho a la educación, a la igualdad de oportunidades y a la participación de sus alumnos. Si tomamos como válido el indicador de la Dra. Montessori, creo que en Liberi estamos haciendo algo bien al apostar por este método, ya que puedo decir que los niños y niñas de nuestra escuela son felices.
A día de hoy podemos decir que estamos cada vez más cerca de una inclusión auténtica y eficaz, ya que ello se demuestra cada día en las aulas Montessori.
Desde BJ Adaptaciones apostamos por la inclusión en las escuelas y consideramos que es la opción que da respuesta a una realidad innegable como es la diversidad en la aulas.
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Sílvia Fortuny Corbera es educadora y formada en el método Montessori. Actualmente ejerce como guía de taller AMI Montessori, en la Escuela Liberi de Premià de Mar, en Barcelona.
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